lunes, 18 de noviembre de 2019

26 de noviembre 2001

Rompe a llorar y tiemblan las luciérnagas.
Intermitente luz alumbra la cueva de mis ojos cansados de dolor y contracciones.
De madrugada se quiebran los cristales oscuros de la noche fría. Hay un viento helador, no lo dejes entrar que cojo frío.
Y al borde de la hora decides salir envuelta en piel tras el trueno de tu llanto para aliviar mi entraña. Y es verte y es saber que el hilo invisible que nos une no se puede cortar, es tejido de amor que arropa para siempre nuestro ir y venir por esta vida.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Un domingo cualquiera

Levanto la vista que recoge una mañana de nubes y un sol caliente que pica en la piel. Tal vez la tormenta llegue por la tarde. Hoy no veo los gorriones colgados de las ramas del laurel, pero sigo su vuelo a lo lejos que cruza chimeneas y se detiene al borde de los tejados de las casas rojas de mi barrio. Domingo amable. La radio sigue conmigo alimentando historias; dentro duermen. Pasan los días livianos de vacaciones ya tranquilos, sin preocupaciones ni ansiedades. Me gusta actuar sin correr, sin ese gusano terrorista y destructor que se ancla en mi centro y consigue aturdirme cuando me desdoblo en mujer trabajadora, ¿mujer infalible?...Me abruma la exigencia. Llevo tiempo palpando a tientas mi evolución, mi existencia, mi vida al final. Los 50 me trajeron subidos en el lomo un mar de dudas, con oleaje y todo.Zarandeada y aturdida me veo borrosa, sin definición que me de la entidad que creo merecer a estas alturas. Se llama crisis, o a esa conclusión he llegado después de sufrir unos cuantos varapalos físicos y mentales. No resuelvo, pese a empecinarme en el intento, salir del hueco; hueco como lugar y como espacio, en los dos sentidos. Quizás busco respuestas sin armar bien las preguntas, es tal la ofuscación y el estado de desorden que atravieso.
Domingo. Se está bien fuera. En mi jardín, ¡anda!, jardín también es una palabra que me cuadra: ¡en menudo jardín estoy metida!...y vuelta a empezar.
Bien, mal, peor, mejor, recuerdo, olvido, anhelo, abandono, supero, me puede, sufro, celebro, conquisto, fracaso... Oposición para seguir. Nada adelanta sin su sombra, sin su contrario. En algún lugar duerme mi coraje, mi fuerza, mi valor... Sé que los tuve, esa visión me llega como flases. 
Y ahora, ¿cómo seguir? Mujer, madre, compañera de vida, profesional, amiga... ámbitos que giran en la noria a mi alrededor con más o menos fortuna. Congelada hasta los huesos, busco incansable el calor que como este sol de mediodía, pueda iluminar y romper los cristales fríos que me forman.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Cubaneando. Diario de un verano.

1 de septiembre del 2019:
Una estela iluminada queda atrás, junto a la sombra pintada de nuestras figuras algo desdibujadas por la pena que viene y va en la cresta de olas de ese mar pirata,donde quedan parte de nuestros corazones boqueando. Son tantas emociones y vivencias; tardes de mecedora y abanico, de ollas de arroz y frijoles y ese crujir de platanito hecho chicharrita que enloquece en la boca. Músicas y tambores, un rugir humano y animal; desde el gallo galán por las mañanas, hasta el zunzún con su suave aleteo repleto de reflejos iridiscentes verdeazulados en las tardes de patio y cháchara.
¿A qué huele el recuerdo? A café recién hecho, a mango maduro, a congrí, a sudor y a colonia, a sal...
2 de septiembre:
Valorar: poner en valor, reconocer, trastear entre el acumulo de experiencias que se hacinan en el baúl de los recuerdos (hu, hu, hu ) para encumbrar solo a unas pocas que puedo contar con los dedos de una mano. Dios, ¡qué riqueza perdida!. Es extraño recobrar lo vivido en los detalles, tienden a huir como lo hace el agua entre los dedos. Fogonazos en instantes: una uña herida, un trémulo roce de un pez en el tobillo, ese gusto dulce que se desbarata en la boca de una fruta pulposa y tierna, la mágica luz que asoma en un rincón del patio ahogado en humedad y flores...y el trajín humano que sube del suelo, roto por los golpes de vida y revolución, maltrecho y desdibujado. ¡Qué de desánimo se cuela por las rendijas de las casas y se posa leve en las ojeras hondas de quienes las habitan! Los tambores arremeten y me hacen temblar. Nos cuentas cosas, historias, cuentos y azares: E
rase una vez,( tan, tan, tan), cuando la palma real reinaba, cuando el zunzún libaba, cuando el mambí pescaba, cuando los sueños de ser mejores se alimentaban, para seguir con el invento, golpeando con saña la piel tensa que les da la voz. Hay calor, me mojo por dentro y por fuera, indiscreta temperatura, no hay espacio en lo alto del día para refrescarse; un tímido alivio llega del desvencijado ventilador que ruge o tal vez respira, desde el comedor. Se hace ancha la tarde, justo cuando el agua llega al caño y empieza el corre corre de recogerla en cubos, palanganas, pucheros para no malgastar ni una gota y tener suficiente hasta el día siguiente. La frenética actividad se acaba pronto, el bullir de gente cambia del patio al portal; allí se adormece al vaivén de la mecedora y el runrún de una radio lejana donde suena un son. Cierro los ojos y sigo viendo verde, respiro verde, como verde (aguacate mágico), palpo verde...
5 de septiembre:
Tranquila tarde, recogida en mi seno se agita una angustia vieja que,  hace ya, se ancló en la entraña y no quiere soltarse. Tranquila
tarde, un gusto ligeramente amargo acapara el hondo de mi boca. Es un recuerdo que pronto cobrará protagonismo de nuevo y al que quiero espantar como a una mosca y que como a una mosca no consigo alejar por mucho tiempo.Pronto vendrá la rutina y el peso agigantado del deber, del responder ante ese infame monstruo que nos reduce al tamaño de un guisante con su maquinaria cruel y devastadora. Desnuda y frágil, así me siento. La espiral que remueve mi centro volviéndome inestable, ha empezado a girar, a crecer, a devorar la poca seguridad que aún mantengo en pie. El suelo se fragmenta delante de mí, los caminos se confunden. ¿qué tengo? ¿qué me atormenta y me provoca tal inseguridad y desasosiego? ¡Ay, madurez fatal, qué tremendo trago tan indigesto!

lunes, 20 de mayo de 2019

Renacimiento

No imaginas el vuelo de los días pero se van junto a las alas de los pájaros que emigran de mi jardín las mañanas de sol. Hoy es uno de esos fugitivos días que llega para decirme al oído palabras de ánimo y consuelo: solo son 56. Un número más impreso en cada cana de mi pelirrojo y teñido pelo, inserto en los canales de arrugas que recorren mi cara y se instala en el blando tejido de mi abdomen que en su día albergó dos vidas, vidas que salieron a la luz y buscan su camino y que como los pájaros también quieren volar. Sol, luz, aroma fragante que entra por mi ventana abierta al jardín con flores y cobijados insectos entre las hojas de mis plantas que escucho mecerse al amparo del viento suave de mayo. Tal vez la sequía que vino a mí en forma de silencio escrito quiera escurrirse y marchar, tal vez esas palabras entretejidas a la entraña y que duermen hace ya tanto tiempo regresen, tal vez pueda recordar entre la bruma de mi caos aquello que deba ser recordado para darme paz, para ser libre. Y es que estoy presa, sin identificar aquello que me acorrala, aquello que me encierra, que me tapa la boca y me ahoga la voz. Posible miedo, miedo sin nombre, ni localización ,ni forma, abstracto, feo, innoble, un miedo atroz a perderme en su bosque seco donde los pasos crujen, donde pierdo el aliento. Hoy cumplo años y quiero destapar de nuevo la esencia embotellada y darle aire, hoy como dijo Serrat, puede ser un gran día y así me lo planteo.