domingo, 29 de agosto de 2021

CUBELLES Y EL MAR

Enfrente la enormidad de un mar agitado, hay niños celebrando las olas con gritos y saltos; hasta aquí el barullo y el sonido repetido que rompe en la orilla. Tengo un regusto a sal en la boca y aturdidos los oidos por el zumbar del viento. Un ventanal al mundo, un cuadro variopinto y cambiante que pronto dejaré atrás;su huella sin embargo es de las que quedan y alimentará días futuros inmersos en la monotonía de la vuelta al trabajo. Hay un lenguaje que se cuela por las rendijas de las puertas, lo traen en sus alas un escuadrón de gaviotas que surcan el cielo delante de mis ojos. No hay misterio en la belleza que alcanzo con las manos, que acaricio con la mirada y que me acuna cuando me voy a dormir. Un arrullo maternal que vibra y mece mis sueños en estas horas felices donde el tiempo se estira y pierde un tanto de solemnidad y poder. Sábado de agosto, revoltoso y amablememte cálido, quiero un hueco tierno de mi memoria donde impresionarte y darte forma, para en casos de desesperanza y tristeza volver a tí con la frescura e ilusión que da recordar momentos inolvidables. AGOSTO 2021. CUBELLES.

domingo, 22 de agosto de 2021

Azul y blanco

Rompen las olas, su sonido mece y me lleva a un sueño tranquilo de verano. La música varía poco, en sus matices la composición crea armonía y te arrastra a lugares de donde no quieres volver. Son días suaves en sucesión de momentos breves y condesados porque las vacaciones no dan para màs. Hoy la roca me ha partido en dos un dedo del pie que luce un bonito color morado y late deprisa, deprisa como un segundo corazón. En el despertar del día, cuando el sol todavia està abriendo las nubes, salimos a pisar arena fresca y a acariciar las leves olas que caen sobre nuestros pies. Hay màgia en el gesto que repetimos invariablemente desde que hace una semana ocupamos un piso mirador abierto al mar.

lunes, 26 de julio de 2021

Tronchada por un rayo

El techo se me presenta inmenso desde la cama. Al poner los pies en el suelo, un desgarrador tormento me rompe la cintura en dos, tal que un rayo. Reprimo un aullido de dolor que se convierte en una cortina negra delante de mis ojos. Aprieto los párpados en un conjuro fallido por hacerlo desaparecer pero ahí se queda quebrando la espalda y la voluntad de andar siquiera unos pasos. Respiro con un miedo atroz a despertar a la bestia, pero sigue conmigo, estoy en sus zarpas y solo me queda apretar los dientes y caminar desmadejada,medio rota y torcida hacia el baño. Mi centro vertebral forma una ese ridícula, es una borrachera ósea que me obliga a dar unos pasos insegura hacia adelante. El castillo de naipes se desmorona, no eres nadie y sin embargo te opones a esta dictadura del cuerpo que ocupas y que tanto cuidas. Tomo analgésicos fuertes, me enrosco una faja de piedras calientes y decido seguir. Arriesgo y pienso en continuar con mi pequeña vida, mis propósitos y responsibilidades nímios e insignificantes,este grano de arena en el desierto del mundo en el que habito.Parece que cede, llevo horas con los ojos nublados y una serenidad extraña en el alma. Puedo moverme con más soltura, sin grandes giros ni movimientos ágiles, claro, pero noto más lejos la garra de la fiera. Hace mucho calor, el sol de julio cae a plomo sobre la cabeza de los pocos caminantes que recorren la ciudad. Yo, cauta, bendigo las manos de un amigo que con su magia de terapeuta experto da un poco de paz a mis huesos tronchados. Hace sol y estirada delicadamente en mi hamaca pienso en que mañana tal vez, solo tal vez, mi cuerpo volverá con elegancia a cubrir caminos y veredas sin miedo a la tormenta. .

lunes, 10 de mayo de 2021

HAMBRIENTA DE AIRE

Es abrir la boca y llenarme de colores y de aire en una borrachera de la que no me quiero desprender. Hay verde y rojo y olas equivocando mis ojos de paisaje, los trigales y el color intenso de las amapolas me colman el horizonte y saturan el límite angosto de la mirada. ¡Hacía tanto que no me embriagaba así!, en el sopetón de una tarde cualquiera que vino a verme de pronto sin avisar y que agradezco tanto. El sol, calentando mi espalda y mi cara entibiado por una brisa suave que merodea y sacude los árboles y las plantas lanzando el polen y las flores secas de los cerezos delante de mis pasos. ¡Qué intensidad hermosa! Hay tanto de agradecimiento al instante único que sé breve, delicado y frágil. Dotar de mágia al portento de un dia cualquiera de mayo alumbrado por mi mirar sediento es fácil, cuando sin esperarlo te encuentras cara a cara con el milagro de la vida.

lunes, 8 de febrero de 2021

MONOTONÍA DENTRO DEL MONOTEMA

El gesto se repite cada vez que asalto la calle para ir a trabajar, me coloco una mascarilla ajustada con gomas detrás de las orejas que al final del día duelen con el roce y no dejan de recordarme la tortura diaria a la que docilmente nos sometemos.Se tropiezan los días unos con otros sin demasiadas variables, lo que siempre está presente es un runrún que intento espantar como a una mosca cojonera del verano sin demasiado éxito. Es el miedo al contagio, al propio y al ajeno. Se respira en toda conversación, en cualquier encuentro que tira hacia atrás las manos que no tocan, los brazos que no abrazan. Han renacido las miradas complices y la risa sonora, hay que potenciar la calidez porque el frío de esta fiebre vírica amenaza con desmontar el mundo que conozco.Las paredes repletas de cuadros de mi casa dan paisaje a muchas horas de recogimiento forzado, fuera en el jardín las flores de invierno ponen color y en un intento de momento vano de conseguir trinos, he colgado en el olivo una pequeña caseta con alpiste para que los pájaros vuelvan y me despierten las mañanas de domingo. El hospital duele, tiene una gran boca a lo Munch que grita sin voz, hay mucho sufrimiento detrás de las ajustadas gafas, de las batas, de los guantes, de los gorros y en las camas que se ven muy lejos suspendidas en una soledad forzada y triste. Cuerpos con el alma cansada de tantos meses de esfuerzo, de turnos dobles, de incertidumbre, ya no hay aplausos, ni golpecitos en la espalda, solo una realidad cruda y un agotamiento físico y mental que se comparte entre enfermos y cuidadores. Fuera, enajenados, siguen los insolidarios vanalizando el desastre.

jueves, 14 de enero de 2021

PAISAJE DE UN NUEVO AÑO

Paisaje para un nuevo año

 Hemos traspasado la barrera del año gafe y creyendo estábamos en que el 2021 nos sacaría de la maldición o mal de ojo celestial, cuando ¡patapam!, llega una borrasca de nombre inocente y musical llamada Filomena que nos pone patas arriba (literalmente, si hablamos de caídas por resbalones en el hielo,,,) las ciudades, las carreteras, los pueblos, los caminos y el tejado de millones de casas. Por no nombrar el asalto peliculero y terrorífico al Capitolio de los mismísimos E.E.U.U....

La línea de mis ojos achinada hace conjunto con el rictus de mis labios alargados ("con permiso") porque la lectura de estos hechos está enriquecida en la olla de la 3ª ola del dichoso coronavirus y forma un potaje intragable que atasca más que las patatas con bacalao de mi madre en Cuaresma. Mientras, yo, sinvergüenza, disfruto de una soleada mañana desde la cristalera de mi comedor, aprovechando unos días milagrosos de vacaciones. Me gusta mirar el jardín, ahora limpio y arreglado, que visitan los gorriones (menos de lo que quisiera) y algunas torcaces. Sobreviven las margaritas amarillas y unos brotes en el rosal aventuran futuras pitiminí en breve. Es muy agradable la ausencia de prisa y de horarios, siento que los límites de mi cuerpo se expanden hacia fuera, ocupo todo el espacio y es placentero. Difícil describir las sensaciones que entran y salen por mi nariz junto al aire con calor y luz que respiro. Incluso mis ojos miopes se lanzan al cielo raso y azul a recorrer el terreno invernal que adivino infinito.

Late el corazón al ritmo de la vida tranquila de esta mañana. De fondo suelta palabras una pequeña radio, conexión con el revuelto mundo que dejo de lado una horas para mirarme por dentro. Y lo que veo empieza a gustarme un poco, parece que las sacudidas emocionales de los últimos años van liberando un poso en el que me encuentro mejor. Una sustancia que me ofrece una forma más afín , cómoda, donde ya no me hundo.

Hay trabajo, no se porque siempre el esfuerzo, el sacrificio, las dificultades están imbricadas en el tejido mis huesos, en el centro mismo de cada célula que conforma la persona que soy. No hay cimbreado de cintura que me salve de dejar los cuernos en cada intento de mejora, de propósito, de resolución...¡todo me cuesta un quintal!

Fluir, una palabra y acción que envidio. Nada tan liberador como sentirse agua, como ser el elemento que transcurre sin pausa hasta la Mar que "es el morir" (con permiso de nuevo). Pero el particular modo que yo tengo de dejarme llevar, arrostra una maraña de lodos y piedras, troncos y malaje de todo tipo que traba cada pequeño paso de una forma demencial y que muchas veces me ha puesto entre las cuerdas cercana a tirar la toalla.

Y aquí sigo, en mi pequeñez enorme, transitando por una vida autónoma con cúmulos de dolor, alegría, sorpresa, pena, pisando sin apenas ruido el terreno que me ha tocado en suerte, sacando fuerzas y sonrisas del chaleco mágico a lo Doraimon, para que en el instante que me toque marchar, sentirme que he vivido (vuelta a con permiso) y los que me saben y quieren, me recuerden con tanto amor y calidez como la que he ido ( y voy ) intentando sembrar en el camino.