jueves, 14 de enero de 2021

PAISAJE DE UN NUEVO AÑO

Paisaje para un nuevo año

 Hemos traspasado la barrera del año gafe y creyendo estábamos en que el 2021 nos sacaría de la maldición o mal de ojo celestial, cuando ¡patapam!, llega una borrasca de nombre inocente y musical llamada Filomena que nos pone patas arriba (literalmente, si hablamos de caídas por resbalones en el hielo,,,) las ciudades, las carreteras, los pueblos, los caminos y el tejado de millones de casas. Por no nombrar el asalto peliculero y terrorífico al Capitolio de los mismísimos E.E.U.U....

La línea de mis ojos achinada hace conjunto con el rictus de mis labios alargados ("con permiso") porque la lectura de estos hechos está enriquecida en la olla de la 3ª ola del dichoso coronavirus y forma un potaje intragable que atasca más que las patatas con bacalao de mi madre en Cuaresma. Mientras, yo, sinvergüenza, disfruto de una soleada mañana desde la cristalera de mi comedor, aprovechando unos días milagrosos de vacaciones. Me gusta mirar el jardín, ahora limpio y arreglado, que visitan los gorriones (menos de lo que quisiera) y algunas torcaces. Sobreviven las margaritas amarillas y unos brotes en el rosal aventuran futuras pitiminí en breve. Es muy agradable la ausencia de prisa y de horarios, siento que los límites de mi cuerpo se expanden hacia fuera, ocupo todo el espacio y es placentero. Difícil describir las sensaciones que entran y salen por mi nariz junto al aire con calor y luz que respiro. Incluso mis ojos miopes se lanzan al cielo raso y azul a recorrer el terreno invernal que adivino infinito.

Late el corazón al ritmo de la vida tranquila de esta mañana. De fondo suelta palabras una pequeña radio, conexión con el revuelto mundo que dejo de lado una horas para mirarme por dentro. Y lo que veo empieza a gustarme un poco, parece que las sacudidas emocionales de los últimos años van liberando un poso en el que me encuentro mejor. Una sustancia que me ofrece una forma más afín , cómoda, donde ya no me hundo.

Hay trabajo, no se porque siempre el esfuerzo, el sacrificio, las dificultades están imbricadas en el tejido mis huesos, en el centro mismo de cada célula que conforma la persona que soy. No hay cimbreado de cintura que me salve de dejar los cuernos en cada intento de mejora, de propósito, de resolución...¡todo me cuesta un quintal!

Fluir, una palabra y acción que envidio. Nada tan liberador como sentirse agua, como ser el elemento que transcurre sin pausa hasta la Mar que "es el morir" (con permiso de nuevo). Pero el particular modo que yo tengo de dejarme llevar, arrostra una maraña de lodos y piedras, troncos y malaje de todo tipo que traba cada pequeño paso de una forma demencial y que muchas veces me ha puesto entre las cuerdas cercana a tirar la toalla.

Y aquí sigo, en mi pequeñez enorme, transitando por una vida autónoma con cúmulos de dolor, alegría, sorpresa, pena, pisando sin apenas ruido el terreno que me ha tocado en suerte, sacando fuerzas y sonrisas del chaleco mágico a lo Doraimon, para que en el instante que me toque marchar, sentirme que he vivido (vuelta a con permiso) y los que me saben y quieren, me recuerden con tanto amor y calidez como la que he ido ( y voy ) intentando sembrar en el camino.