miércoles, 12 de octubre de 2022

Qué dejará de ser...

Avanza, ya ves la hilera larga de piedrecillas que marca el sendero. Apenas llega luz, el filtro de cientos de hojas agitándose en las copas aleja el sol, lo despide mas allá de cualquier bosque. Cantan pájaros y a veces caen plumas sobre la tierra seca, pero tu debes seguir el rastro firme de las piedras que te llevan donde siempre soñaste. Ahora miras dentro, al hueco óseo que acuna tu corazón para asegurarte que se mueve y palpita. Aterra su quietud cuando hay tanto ruido fuera amortiguando su incesante rumor. El movimiento en sístole y diástole de la sangre que notas latiendo en la sien y en la llaga abierta de tu herida. Tus pasos van cerrando tras de tí infinidad de caminos. A veces como los barcos en un arrecife coralino, zozobran y te dejan caer y a la altura de los ojos, aparece de nuevo el rastro a seguir, con lo que olvidas el desaliento y caminas hacia adelante. Tanteas el aire y la piel se extiende, se hace océano, todo cabe y nada la llena, eres a la vez inmensa y minúscula, enorme e insignificante; eres tú en tu corto paseo por la vida. Qué dejará de ser cuando tu te hayas ido: una brizna de polvo, apenas un destello de luz, un temblor en el aire, un segundo renglón en cualquier libreta. Tu vibras a la vez, hay música en tu tránsito que acaricia el oido, hay un frémito que te acompaña en el deambular debajo de las ramas siguiendo el sendero. Las redondas y pequeñas piedras del rio que te marcan la ruta, solo son vistas por tus ojos de dentro, ojos sin pupila a lo que nada escapa. Mejor aunar las fuerzas y el sentir en un círculo imaginario donde con suavidad reposar la cabeza. Mañana tal vez acoja nuevas vistas y puedas de nuevo seguir tu destino.