jueves, 5 de septiembre de 2019

Cubaneando. Diario de un verano.

1 de septiembre del 2019:
Una estela iluminada queda atrás, junto a la sombra pintada de nuestras figuras algo desdibujadas por la pena que viene y va en la cresta de olas de ese mar pirata,donde quedan parte de nuestros corazones boqueando. Son tantas emociones y vivencias; tardes de mecedora y abanico, de ollas de arroz y frijoles y ese crujir de platanito hecho chicharrita que enloquece en la boca. Músicas y tambores, un rugir humano y animal; desde el gallo galán por las mañanas, hasta el zunzún con su suave aleteo repleto de reflejos iridiscentes verdeazulados en las tardes de patio y cháchara.
¿A qué huele el recuerdo? A café recién hecho, a mango maduro, a congrí, a sudor y a colonia, a sal...
2 de septiembre:
Valorar: poner en valor, reconocer, trastear entre el acumulo de experiencias que se hacinan en el baúl de los recuerdos (hu, hu, hu ) para encumbrar solo a unas pocas que puedo contar con los dedos de una mano. Dios, ¡qué riqueza perdida!. Es extraño recobrar lo vivido en los detalles, tienden a huir como lo hace el agua entre los dedos. Fogonazos en instantes: una uña herida, un trémulo roce de un pez en el tobillo, ese gusto dulce que se desbarata en la boca de una fruta pulposa y tierna, la mágica luz que asoma en un rincón del patio ahogado en humedad y flores...y el trajín humano que sube del suelo, roto por los golpes de vida y revolución, maltrecho y desdibujado. ¡Qué de desánimo se cuela por las rendijas de las casas y se posa leve en las ojeras hondas de quienes las habitan! Los tambores arremeten y me hacen temblar. Nos cuentas cosas, historias, cuentos y azares: E
rase una vez,( tan, tan, tan), cuando la palma real reinaba, cuando el zunzún libaba, cuando el mambí pescaba, cuando los sueños de ser mejores se alimentaban, para seguir con el invento, golpeando con saña la piel tensa que les da la voz. Hay calor, me mojo por dentro y por fuera, indiscreta temperatura, no hay espacio en lo alto del día para refrescarse; un tímido alivio llega del desvencijado ventilador que ruge o tal vez respira, desde el comedor. Se hace ancha la tarde, justo cuando el agua llega al caño y empieza el corre corre de recogerla en cubos, palanganas, pucheros para no malgastar ni una gota y tener suficiente hasta el día siguiente. La frenética actividad se acaba pronto, el bullir de gente cambia del patio al portal; allí se adormece al vaivén de la mecedora y el runrún de una radio lejana donde suena un son. Cierro los ojos y sigo viendo verde, respiro verde, como verde (aguacate mágico), palpo verde...
5 de septiembre:
Tranquila tarde, recogida en mi seno se agita una angustia vieja que,  hace ya, se ancló en la entraña y no quiere soltarse. Tranquila
tarde, un gusto ligeramente amargo acapara el hondo de mi boca. Es un recuerdo que pronto cobrará protagonismo de nuevo y al que quiero espantar como a una mosca y que como a una mosca no consigo alejar por mucho tiempo.Pronto vendrá la rutina y el peso agigantado del deber, del responder ante ese infame monstruo que nos reduce al tamaño de un guisante con su maquinaria cruel y devastadora. Desnuda y frágil, así me siento. La espiral que remueve mi centro volviéndome inestable, ha empezado a girar, a crecer, a devorar la poca seguridad que aún mantengo en pie. El suelo se fragmenta delante de mí, los caminos se confunden. ¿qué tengo? ¿qué me atormenta y me provoca tal inseguridad y desasosiego? ¡Ay, madurez fatal, qué tremendo trago tan indigesto!

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