jueves, 30 de junio de 2022

Trasteando

Hay días ligeros que transitan sin ruido y apenas hollan el frágil tejido de la memoria. Otros, a saber porqué, se instalan perennes en algún surco de la masa gris y endulzan o amargan según su naturaleza este o aquel recuerdo que reviene al presente sin llamarlo. La pereza afincada ciertas mañanas de domingo en mi cama, es proclive a traérmelos de sopetón y sin aviso. Entonces un resorte oculto dispara las imágenes delante de mis ojos cerrados y los vuelvo a la vida, tal vez un poco mas coloridos, vistosos, envueltos en una bruma fantástica donde cabe también el invento. Y es que la memoria la puedo estirar como un chicle y amoldar según me convenga en esos momentos ociosos al despertar el día. Una puesta de sol detrás de la bodega vieja un julio de antaño, la viña y los almendros, el romero y el espliego lanzando al aire su olor de campo y las risas de mis amigos de verano atronando en las cercanías del cementerio a la entrada del pueblo. Y el calor del asfalto que sube por mis piernas mientras pedaleo, y ese viento solano que ruge en mis oidos y me trae entrecortadas voces, una canción lejana de la radio y el ladrido lastimoso del perro del tio Pepe que guarda las ovejas del corral.Vuelvo a sentir el cansino caminar de mi abuelo, con su bastón, recorrer las calles desiertas del mediodia para llegar a casa, donde mi madre le lava la cabeza en el fresco del lavadero, debajo de un nido de golondrinas que cada año nos visitan y nos alegran con sus trinos. Hay mucho de emoción concentrada que me intento sacudir entre bostezos y suspiros y aún así se queda pegada a mi piel creando el mapa de mi vida. Trasteando emergen los recuerdos como el ave fénix y se adueñan por unas horas de la realidad en la intimidad de mi habitación, no quieren perderse entre la bruma y de cuando en cuando los rescato.

domingo, 19 de junio de 2022

Las yemas de mis dedos

Una inesperada ansia de volar me ha sobrecogido esta mañana cuando un gorrión tímido y saltarín, se acercó al alpiste que está en el comedero de mi olivo. Lo hizo sin bulla, discretamente, refugiando sus movimientos en el enramaje verde del árbol generoso que crece en un rincón de mi jardín desde que lo plantamos,hace ya 28 años. Hay mucha calor, sudo por todos lados, hasta por los ojos y noto la sal picando en los labios, en los lagrimales, en los oidos, entre las piernas, debajo de los brazos. Sudo a mares.Entonces me imagino surcando el cielo, rompiendo el aire que se cuela por todo mi cuerpo y lo refresca. Una sensación magnífica que me recuerda a la entrada en el agua salada del mar de los veranos. Me gusta sentir la fuerza que destilan desde su quietud terrenal los troncos vivos de los árboles. Rodear su robusto cuerpo vegetal y mirar hacia arriba para ver colarse entre las hojas, el sol inclemente de mediodia, haciendo filigranas con la luz que me ciega, oyendo las chicharras rascar con ritmo sus cuerpos y sintiendo una ligera brisa caliente que trae rumores del mundo y del pasado. Creo tener en el abrazo algo de su pálpito de savia golpeando mi propio corazón, un alimento que sube directamente de la madre tierra y que le da vitalidad y belleza. No me cansa su vista, seda mis nervios estar cerca de un bosque respirando bajo las copas un aire limpio con aromas de romero, espliego, tomillo, pinaza y flores sencillas. Echo la vista atrás y un recuerdo hermoso viene a verme; la orilla de una rambla escasa en agua, un molino antiguo y roto en lo alto de una pequeña loma, el lecho donde me recuesto con un fuerte olor de hojas de pino y mi mirada extasiada en el cielo verde de chopos donde reverbera la luz cálida de julio. Escucho las chicharras, el correr del agua y los gorriones y acojo el tesoro del instante, como las luciernagas su mágica luz, y lo bordo con hilo de memoria a las costuras de mi alma. Abrazar y tocar con ternura el áspero contorno es una constante en mi vida. Vaya donde vaya, allí están elevandose hacia el cielo, refugio, sombra, alimento. Su lenguaje me alcanza a traves de las yemas de mis dedos y en la huella única que me identifica hay raices profundas que me llevan siempre que lo necesito a su seno.